jueves, 26 de abril de 2012

Desorden


Demasiado desorden. Cada libro se cae de la torre propicia de residuos. La habitación se reduce a un montón de objetos sin acordes. En primer lugar, ya no me encuentro.  Desde ese punto, todo desequilibrio se cosecha alrededor. Por segundo, alguien habrá llamado a la puerta, pero nunca fue a quien esperé.
Me envuelvo en la memoria. Es el miedo descuidado al viento que me lleva a ella; la felicidad conservada en botellas de cristales. Las cajas se asfixian de palabras mal usadas, cartas que no puedo volver a ver, historias que alguna vez me permitieron volar. Ahora desprovista de alas, me cobijo en éste desafinado concierto. Las golondrinas se han llevado las últimas melodías.
La pared se esconde detrás de fotografías ajenas. Todas ellas me observan dentro de lo que fueron armando, un universo sin aire a mundo. Clasifico los zapatos sobre filas de colores, de largos, anchos, texturas. Sin embargo, mis pies se niegan al uso. Pero igual no contradigo al sentido. Ya me basta con hacerlo al corazón. Las blusas se pelean entre sacos por las perchas de madera. Como mi decisión es la última, termino deliberando dejarlas colgadas  de la silla. El placard se ha ido convirtiendo en otra casa de peluches. Éstos con el paso del tiempo, se han apropiado de hasta mi cama.
Del otro extremo oblicuo, las corbatas siguen enredadas de malgastados aromas. Y dentro de aquellas carteras de cuero sobran los rotos cosméticos.
Cierro las valijas vacías, para volver a donde las piedras dan el primer chispazo de fuego. No dudo del adiós, ni tampoco de un hasta luego. Deja de gritar. Éste es mi partir.

Deborah Valado // 2003
 

miércoles, 25 de abril de 2012

Día de verano



La suma de catorce y catorce da por resultado 28 días que desencadenan en contradicciones. No sé muy bien si es bueno contar lo hechos explícitamente. Tal vez es mejor callar, pero el silencio también es un arma de doble filo. ¿Hasta cuándo es lícito mirarnos y disimular lo que nos ocurrió? ¿Qué episodios hay que borrar  del historial? ¿Cómo saber  qué destacar?  ¿Cómo dividir las aguas entre el orgullo, la culpa y lo que importa?  ¿Cómo  no  invertir los personajes? ¿Qué recuerdos son buenos ó malos? ¿Qué personas hay que rescatar para hablar una vez más? Estas y tantas  otras preguntas son las que me vengo interrogando a lo largo de los momentos que voy viviendo. A lo mejor, allí está el error, en  pensar incógnitas a no resolver y  en querer seguir bien.
Hubo un tiempo, ahora comenzamos una tercera etapa. Ese día aproximaba el fin del primer capítulo. Es difícil relatar los acontecimientos anteriores, todavía guardo vergüenza de idiotas comportamientos.  Igual daré detalles que se envuelven en el vaivén de la historia.  Parece que el camino es un círculo,  los objetos vuelven, pero revestidos con  otro papel de regalo.
Día soleado.  Escondimos las bikinis en el bolso. Ratificamos que nuestros padres estuvieran convencidos de la pequeña mentira que  habíamos tenido que exponer.   Pasamos por Pompeya a comprar un par de vinos. No estábamos seguras a donde íbamos, sin embargo, la canción que sonaba en el colectivo, acertaba el destino: “... de Tablada a Lanús...”.
Nos encontramos con un barrio diferente, perdido en los propios mapas visuales. Caminamos varias cuadras hasta suponer que la dirección del papel coincidía con la que nos chocábamos. Timbre. Espiaron por la rendija, pronunciaron la contraseña. Entramos. Mi sonrisa era fatal, estaba él. Nos saludó y  la confianza  se valorizaba al mejor costo. 
Cebollas tiradas sobre el canasto. Tomates que renvalsaban los bols. Una parrilla libre para todos.  Era inexplicable no reírse entre tanta granadina y tinto ya azul. Yo no quería nada más; sólo lo miraba.  El humo  clavaba mis pulmones, mis neuronas  recibían dichas drogas.
 Relajados; el agua empezó a jugar en medio de nosotros. Chapuzones  de mangueras sin poder caer en una pileta destrozada. Éramos mariposas, suponiendo aprovechar bien minuto tras minuto. 
 Por más que no se lo espere, el atardecer llega.  La siesta ganó a los cuerpos.   Aunque las dimensiones de la quinta eran enormes, los 10 que estábamos nos  acostamos  en tres colchones enfrente  del televisor. Algún programa del verano iba acompañando el cerrar de los ojos. Pero el calor interrumpió mi sueño. Me levanté. Contemplé el alrededor, lo busqué y no estaba. Curiosa me  di vuelta para  preguntarle a ella sí no lo había visto. Es así que decidí pasar por el jardín y  las otras habitaciones.  Subí, de golpe abrí la puerta. Algo sentía que podía derrumbarse, pero ni todas las apuestas hubieran concluido en dicho hecho. Ese chico que tantas cosas había creado en mi mente, tal vez artificiales, pero reales ante los sentimientos, estaba entre los besos de mi mejor amiga.  Cerré la puerta y me fui. No tenía nada para decir. Nadie puede ser dueño de personas que no le corresponden. Sin embargo, no fue el  peor dolor dicho beso. Si no las respuestas de ella al mismo.
Embriagada me senté en la reposera.  Sólo caían lágrimas secas. Los demás estaban en bolsas de pegamento. Les robe algunas, pero casi todas quedaban vacías. Opte en irme. En el camino a la parada, me iba vistiendo. No podía dar un paso, mi estado de drogas y alcohol era superior.  Me compre un alfajor de chocolate para disimular mi espontánea partida. Volví sin saberlo y el cansancio me echó de nuevo a la reposera.
Noche sin estrellas. Lo primero que vi, fue su rostro.  Junto a él, ella queriéndome despertar. Palabras más, palabras menos.  No podía reaccionar, los escuchaba y sólo negaba tal discusión. Me querían consolar de algo que nadie tenía que hacer. Yo sólo quería escaparme  para que todo volviera a estar bien. Lo último que esperaba, era su confesión. Y ella me delató fuertemente. Él ya había escuchado rumores, sin embargo, la última espina la clavó ella. Siempre la excusa de “... Yo pensé que era lo mejor para vos. “¿De        qué hablan, sin saber donde ellos tienen sus pies? Para mí lo mejor era estar a su lado, sin perturbar, no esperaba ningún caramelo. Ya conocía las distancias, no necesitaba  que las restrieguen.  Ella evidenció lo que tanto quise ocultar para no separarme más. El victimario se convirtió en victima.  Se le caían las lágrimas, y yo no entendía el juego. Yo estaba seca.  No tenía porque estar mal, sí supuestamente no estaba enamorada de él.  Nunca le había pronunciado ninguna palabra de amor. Preferí estar en silencio.  Él se confundía entre estrellas de rock, yo nunca le había declarado mi verdadero ídolo. 
Fue doble el puñal, el grito de ella ante él me había derribado. Él, astuto, ya conocía la situación de anteriores comentarios, pero nada certero hasta la palabra de alguien autorizado. Dijo que no nos peleáramos por él. Que no entendía porque me había enviciado de sus gestos. Él nunca  sentiría algo parecido. Yo lo sabía, siempre lo comente que así estaban bien las cosas, que no necesitaba que él lo supiera.  Ella conocía bien todo lo que yo daba por él, lo de ella había sido un beso que cambio todo, pero un beso de vinos. 
 Él no nos acompaño hasta la estación. Subí al tren y volvieron las lágrimas hasta el otro día. Le dije que no tenía porque disculpar nada. No quería peleas absurdas. Pero es así como vino su afonía y nunca más dio una palabra.

Deborah Valado // 2008

martes, 24 de abril de 2012

Disciplina, Locura y Amor // Parte IV


     Aquello de lo que queremos escapar y, aún así, no queremos. Esa contradicción de ser, parecer, querer ser y al final no ser. Todo un trabalenguas que busca sentido allá donde lo simple debería emerger de una vez.  Ante  la ausencia de la pregunta ¿te gusta? , los pasos se vuelven cada vez más automáticos recorriendo la misma línea que tus padres, tus pares, tus antecesores,  delimitaron. Y allí te encontras, una vez más, bajo un mandato lejano a tu ánima. Pero, ¿cuál es el ánima de cada uno? ¿Acaso están libres de toda maldita construcción? No puedo saber muchas cosas, y ya debería a empezar a preguntarme menos y a accionar más. A abandonar esas ideas preconcebidas y lazarme un poco más a la vida. Pero en esa vida, llena de errores a veces me siento abandonada por los otros que yo no esperaba que lo hicieran. Es la espera, lo que duele, lo que marchita. Pero, esa fácil resignación al dolor, a la constante melancolía es el propio abandono a uno mismo.  Esas tres caras del abandono terminan repercutiendo  a la hora de la cena frente al plato de sopa fría y el ruido de los cubiertos luego del último bocado, pero tampoco hacemos algo, sólo prendemos el televisor y la vida parece continuar. 

Deborah Valado // Abril 2012

miércoles, 18 de abril de 2012

Cruzada

Cruzamos el río,
nos enrredamos 
entre los silvestres,
nos embelesamos
de la madre naturaleza.

¡ Aquí hay vida!
Nuestros ancestros
nos recordaron.

Los rifles ahora
nos apuntan.
¿Qué hombres pueden
matar a sus hijos?

Deborah Valado // Enero 2012

domingo, 15 de abril de 2012

Sketches de Revista


 Sketches de Revista –dirigida por Alejandro Vizzonti–   nos invita, desde lo absurdo y provocante, a seguir descubriendo las contradicciones que subyacen en las relaciones humanas, interpelándonos aquello que nos guardamos sin, varias veces, sentido alguno.
El miedo por exponerse y entregarse al otro siempre se hace presente. Contra dicha voluntad, muchas veces intencional, los  pequeños gestos son los que terminan por desenmascarar a los sujetos. Allí, en donde el silencio incomoda, el dramaturgo ingles Harold Pinter apuesta a contar las historias de hombres y mujeres alienados: un operario y su jefa, dos empleadas administrativas, dos mendigas, dos empleados de un bar, un matrimonio y tres usuarios de colectivos.
Los tres actores –Sonia Novello, Claudia Mac Auliffe y Alejandro Vizzonti–  se destacan por interpretar con mucha intensidad los múltiples personajes con sus respectivas vitalidades. Nos permiten ser parte de esos momentos privados donde lo no dicho adquiere un gran valor y mucho más por la sutil puesta de luces y una puesta en escena minimalista.
 Sketches de Revista está compuesta por seis obras cortas, un monologo y un poema de Pinter  traducidos por Rafael Spregelburd. Las escenas son postales de situaciones cotidianas pero muestran los detalles menos percibidos, las mismas se van hilando por un sonido que se reitera en cada intervalo. El espectáculo es de una breve duración que condensa muy bien lo que se quiere contar y, por lo tanto, es muy contundente.  

Deborah Valado
 


Sketches de Harold Pinter se presenta en Argentina  a través de: Judy Daish Assoc. y The Nancy Smith Literary Agency, Diana Stobart & Margaret Murray.
La obra cuenta con el apoyo de PROTEATRO




Duración: 45 minutos


Ficha técnico artística


Autoría: Harold Pinter
Traducción: Rafael Spregelburd
Actúan: Claudia Mac Auliffe, Sonia Novello, Alejandro Vizzotti
Diseño sonoro: Federico Zypce
Asesoramiento escenográfico: Ariel Vaccaro
Asesoramiento artístico: Federico Zypce
Asistencia de iluminación: Eduardo Maggiolo
Dirección: Alejandro Vizzotti


Web: http://www.facebook.com/events/400045423344982/
CLUB DE TEATRO DEFENSORES DE BRAVARD
Bravard 1178
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Reservas: 1567580457
Entrada: $ 30,00 - Sábado - 21:00 hs


miércoles, 11 de abril de 2012

No te vayas, con amor o sin él



      Lisiada y mucama. Ama y esclava, en tensión dialéctica inconclusa. A partir de dicha relación se abre un mundo en donde todo parte del deseo.  La lisiada desea que los otros la reconozcan como su superiora y que, por lo tanto, se le sometan a cualquier precio, con amor o sin él. En esa pretensión aparece a la par el deseo de su  empleada y allí comienzan los enfrentamientos, la búsqueda por el trono de la silla de ruedas. La tensión se distiende  porque una de las dos tiene el temor a morir en soledad.
La obra de Norman Briski – escrita y dirigida por él – nos interpela con muchas posibles preguntas, entre ellas:
¿La minoría tiene más privilegio? ¿Hay una victimización sólo en post de tener algún premio?  
No nos da respuestas inmediatas, pero sí nos habilita a poder comprender desde el humor y el absurdo la problemática social del poder que muchos hacen vista gorda. Además nos presenta a través de la lisiada, un claro ejemplo de un sujeto que socialmente es estigmatizado, – más allá que ella intenta adoptar un lugar de apropiación y ventaja de su situación –, tal como lo postula E. Goffman al referirse al termino propiamente dicho de estigma:   “signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo o poco habitual en el status moral de quien los presentaba. En la actualidad, la palabra es ampliamente utilizada con un sentido bastante parecido al original, pero con ella se designa preferentemente al mal en si mismo”.
Hay que evidenciar que la obra  propone, a partir de una relación de sometimiento entre la señora y señorita – ambas sin nombres propios –, metáforas al interior de la sociedad, primordialmente, una crítica al capitalismo como sistema alienante de los sujetos sociales. Dichos sujetos son conciencias de deseos, pero sus deseos son ajenos y naturalizados, están atados a los otros, por lo tanto lo que realizan lo hacen sin ser ellos mismos.
El dinero será una de las claves para mediar las relaciones dentro y fuera de la casa, transformando a los personajes en  meras mercancías.  Una casa que está reconstruida a partir de un biombo móvil que representa tres espacios: la puerta de entrada, la pared de la parte de afuera del baño y unos tubos fosforescentes en función de un televisor. En una de las esquinas hay un ascensor que simula la entrada y la salida al abrirse sus puertas automáticamente.  Además, hay sobre el suelo una puerta que dá al sótano, lugar donde se encuentra oculto el amante de la señora.
La obra se reposa sobre las actuaciones contundentes de las dos jóvenes Carolina Molini (en el rol de la señorita y su hermana, que es quien la reemplaza cuando ella hace un viaje) y Eliana Wassermann (la señora). Carolina Molini muestra una gran versatilidad al cambiar de personaje opuestos, distinguiéndose muy bien uno de otro, por sus diferentes posturas corporales, tono de voz y proyección. Eliana Wasserman, al estar mayormente sobre la silla de ruedas, condensa toda su actitud en el rostro,  y de tal manera se apropia de las emociones de una manera muy plena y viva.
El drama se  desarma en un clima de tensión y crueldad que el director supo darle a cada momento el valor  y tiempo correspondientes entre silencios que retienen toda la fuerza de la obra.
En síntesis, el poder y la dependencia serán los ejes de la pieza teatral, la balanza  tira a favor del capital económico que se liga al simbólico y siempre pretende más y más. Las miserias se olvidan pero por ello aparecen en escena, para tal vez que el público ría con complicidad o se desentienda de lo que no acepta.
Permitirnos mirar más allá y  generarnos interrogantes es lo que hace que “No te vayas, con amor o sin él” sea una  muy rica y por lo tanto altamente recomendable obra. 

Deborah Valado
           




Ficha técnico artística

Autoría: Norman Briski
Actúan: Carolina Molini, Eliana Wassermann y Jorje Diaz Rato
Voz en Off: Soledad Baisetto, Nahuel Crescenzo,
Vestuario: Laura Copó
Diseño de escenografía: Leandro Bardach, Norman Briski
Realización escenográfica: Magalí Luraschi y Guillermo Berchthold
Diseño de luces: Norman Briski
Diseño  Víctor Monte
Realización de escenografia: Guillermo Bechthold, Magalí Luraschi
Música original: Martín Pavlovsky
Operación de luces: Magalí Luraschi
Operación de sonido: Pablo Largente
Fotografía: Horacio Carrano
Foto de gráfica: Luis Flores
Diseño gráfico: Gustavo Wald
Asistente de dirección: Mariana Barragán
Prensa y comunicación: Sonia Novello
Dirección: Norman Briski



CALIBAN
Mexico 1428 pb 5 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4381-0521/ 4384-8163
Web: http://www.teatrocaliban.blogspot.com
- Sábado - 21:00 hs




martes, 10 de abril de 2012

A la hora de la siesta




A la hora de la siesta nos volvíamos invisibles
para robar los caramelos y darles vidas a nuestros paladares
Danzábamos en rondas de chocolates
Sentíamos la felicidad a través de los sabores
Las palabras se estancaban en la garganta
La lengua sólo lamía el dulce de los labios. 

Deborah Valado // Marzo 2012

miércoles, 4 de abril de 2012

¡Falta libertad!



Avellaneda era
un mundo entre vagones,
puentes y un nuevo shopping
que había demolido nuestro árbol.
Nunca me gustó vivir allá.
Yo quería ir a un colegio pupilo,
pero mi mamá no quiso,
ella misma necesitaba oprimirme,
desmenuzar  mi conciencia
con su moral antigua, religiosa, machista, dictatorial de los colorados del Paraguay.

Los libros, al menos, eran
mis refugios preferidos,
podía inventar presentes en otros cuerpos,
futuros en mágicas dimensiones, aunque
estaba consciente que la burbuja algún día
estallaría con la primera bocina.

Las vacaciones de mis 14 fueron
entre cuatro paredes
y una ventana cerrada.
Tal vez en esa confusión
de adolescente alejada de la esquina
me apasioné por escribir
como los poetas suicidas.

Mi cosmos parecía deslizarse a través
de las discusiones que brotaban
en  el almuerzo, pero
ni en los huecos del pasillo
se hablaba de sexo,
aunque en el departamento de mis primas
se veían profilácticos,
se escuchaban algunos gemidos,
hasta que una noche mi madre
hizo una visita sorpresa,
la víspera del placer se fundió 
entre sus cachetadas.

A los 15 me deshice del vestido
de princesa absurda,
lo enterré en el patio trasero,
a la mañana siguiente los perros
se disputaron las lentejuelas
con gusto a caramelo,
mi abuela creyó que aquella guerra
no era más que un sueño,
todos callaron dicho desenlace,
la fiesta  había terminado antes de empezar.

Durante esos largos años,
adolescentes  pero con muchas manzanas podridas,
lo que más recuerdo es que
la niebla de la madrugada
ocultó  los instintos debajo
de las mentiras suaves,
el tiempo era mío, aún así
los más grandes querían capturarlo,
“¡Falta libertad!”, yo gritaba,
 nunca hubo respuestas del otro lado,
sólo un eco infernal.

Deborah Valado // Marzo 2012